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"Bitácoras del extravío": el arte como ruta compartida
Hasta el 20 de junio, en el Museo Iconográfico del Quijote, la muestra invita a los espectadores a emprender un viaje profundo a través de paisajes internos y externos, explorando la eterna tensión entre el ser humano y su incesante búsqueda de significado.

Foto: Cortesía
El Museo Iconográfico del Quijote abre sus puertas a Bitácoras del Extravío, una fascinante exposición que reúne las voces y visiones de tres destacados artistas jaliscienses: Carlos Larracilla, Granna y José Parra. Inaugurada el viernes 25 de abril y abierta al público hasta el 20 de junio, la muestra invita a los espectadores a emprender un viaje profundo a través de paisajes internos y externos, explorando la eterna tensión entre el ser humano y su incesante búsqueda de significado.
Conformada por más de una veintena de obras, la exposición tiene como eje central un políptico de nueve piezas: una estructura donde cada artista presentó una obra original que fue reinterpretada por los otros dos, generando un diálogo visual que se multiplica en ecos y nuevas lecturas. El resultado es una propuesta colaborativa e introspectiva que convierte la pintura en bitácora y el museo en una brújula hacia lo desconocido.
“Fue un desafío creativo estructurado bajo las reglas de un juego entre amigos”, explica Carlos Larracilla al reflexionar sobre esta experiencia artística de creación colectiva, en la que la confianza mutua, la apertura emocional y el respeto por el lenguaje visual del otro resultaron fundamentales.
La propuesta —originada por José Parra— consistió en desarrollar obras que dialogan entre sí desde su origen, concebidas para ser expuestas como un todo cohesivo. En palabras de Larracilla, la libertad creativa fue absoluta, y eso se traduce en obras cargadas de honestidad.

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“Captaron plenamente la esencia conceptual de mi obra, y su manera de expandirla reflejó una comprensión auténtica”, afirma, Carlos.
Este diálogo entre artistas se convirtió, según él, en una forma de autoconfesión, donde incluso los errores existenciales quedaron plasmados como parte vital del proceso.
Además de lo conceptual, la colaboración tuvo implicaciones técnicas: por primera vez, Larracilla dejó de lado las técnicas mixtas para trabajar exclusivamente con óleo, utilizando grisallas en húmedo sobre húmedo, veladuras y una paleta cromática transformada.
“Estoy abriendo nuevas posibilidades a partir de este proyecto”, comenta.
Para él, el arte tiene la capacidad de desorientar para luego ofrecer rutas nuevas. Así, lo que a simple vista parece una serie de piezas individuales, en realidad es un organismo vivo, hilado por afinidades estéticas y una ética compartida entre tres artistas que, a pesar de sus diferencias, se leen y se expanden mutuamente.
“La estética sigue a la ética”, sentencia, haciendo alusión a la conexión profunda que los une, más allá del estilo o la técnica.

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"Bitácoras del extravío" no es sólo una exposición pictórica: es un experimento de vulnerabilidad compartida, un acto de entrega entre artistas que se conocen y se admiran.
Cada pieza contiene una matriz y dos relecturas, una estructura que obliga al espectador a confrontar lo que permanece y lo que muta.
El dinamismo de esta disposición permite descubrir contenidos que, de otro modo, habrían permanecido ocultos. Así, el recorrido por la muestra se convierte en un viaje sensorial, poético y narrativo donde cada quien puede trazar su propio camino, apoyado por la intuición, el arte y la introspección.
Al caminar entre estas obras, uno entiende que el extravío no siempre implica pérdida. A veces, perderse es la única forma de encontrarse. La exposición funciona como una brújula simbólica que apunta no hacia el norte, sino hacia adentro.
En un mundo que valora las certezas, "Bitácoras del extravío" celebra la duda como motor creativo y al arte como ese espacio seguro donde podemos permitirnos buscar sin temor. Porque, al final, quizá el verdadero sentido de todo esto no sea encontrar respuestas, sino aprender a formular mejores preguntas.

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